HISTORIA DE UN CAMPEONATO DE ESPAÑA PROMESAS FEDC.- PRIMER CAPÍTULO
Érase una vez, dos pequeños que llegaron a Zaragoza, procedentes del Burgo de Osma a Judo Club Zaragoza con la ilusión de practicar judo en su nueva ciudad. El pequeño, Jorge Crespo, ya sabía lo que era esto del judo, no en vano lucía orgulloso su obi de color naranja que le daba un cierto rango de experiencia y sabiduría. El mayor, Sergio Crespo, animado por su hermano y su familia, se adentraba por primera vez en un tatami sin tener muy claro a donde iba y sumergido en un mar de dudas.
Los primeros meses no fueron nada sencillos. Cambio de localidad, traslado de casa, nuevo colegio, nuevos compañeros, nuevo club, nuevo sensei… Muchas novedades para dos auténticos torbellinos repletos de energía descontrolada. Los niños del club, les miraban con perplejidad, los veían diferentes. ¿Serían el color blanquecino de la piel y el pelo de Jorge? ¿Serían las dificultades visuales de ambos hermanos? ¿Serían los ojos rasgados y sus facciones orientales? ¿Sería su comportamiento espontáneo e incontrolado durante las explicaciones? ¿Sería su verborrea erudita y en ocasiones impertinente? No se sabe muy bien si fue una cosa en particular o todas en general, el caso es que a pesar de ello poco a poco estos dos jóvenes protagonistas se fueron adentrando en nuestra vida de tatami cotidiana y así fueron pasando los días y transcurriendo las sesiones. Poco a poco empezaron a encontrar pareja en los cambios de compañero, sin prisa pero sin pausa, comenzaron a captar las técnicas, combinaciones, desplazamientos y caídas explicados en las sesiones. En ocasiones acabaron las clases antes de tiempo al enfadar al sensei, había que llamarles constantemente la atención, pero cada vez se veía que algo iba calando en ellos…
Un buen día, a oídos del sensei, llegó una información de que en Valdemoro a la par que el Campeonato de España de sénior de deficientes visuales donde participaría el gran Campeón Sergio Ibáñez, se había convocado otro para las categorías promesas. El sensei, sin decirles nada, pero tras hablar con su mamá, pidió información acerca de las bases del campeonato, inscripciones, fechas, categorías, etc. pensando automáticamente en ellos. Dese Madrid, le dijeron que efectivamente había un campeonato enfocado para niños, pero desgraciadamente las fechas de inscripción habían cumplido y no era posible su participación. No podía ser, seguro que alguna solución tenía que haber- pensó el sensei. Tras llamadas, consultas y más llamadas, conforme se solucionaba un problema burocrático, otro surgía y mientras tanto los niños estaban al margen, nada sabían. Al final, una llamada del responsable nacional, obró el milagro. Desde Madrid llegaba el visto bueno para que ambos hermanos pudieran participar en su primer Campeonto de España. Madre mía qué ilusión les va a hacer cuando se lo diga-dijo el sensei. Tras compartir la noticia con varios miembros del club, muchas eran las voces que me decían, pero dónde te has metido, cómo te atreves a ir con esos dos pequeños todo un fin de semana… Su mamá tenía serias dudas, los dos juntos Javier… No te puedes imaginar lo que son cuando van juntos… ¿Estás seguro?… Ciertamente reconoceré que no me paré a pensarlo, pero sí había una cosa y así se lo transmití a ellos, si su comportamiento no era el adecuado sería la primera y última vez que irían a un campeonato, al menos conmigo, y debo reconocer que en ese momento me asaltaron ciertas dudas.
El sábado, nos habíamos citado a las 15’ 30 h. en la estación del tren y allí estaban excitados, nerviosos, impacientes, su primer viaje en AVE… Nos despedimos de los papás y nos embarcamos a la aventura junto con Sergio y Raúl que también compartían tren, pero distinto vagón. El viaje se nos hizo muy rápido y encima nos regalan auriculares- decía Sergio emocionado. A la llegada a Madrid el sensei nos invitó a unos refrescos mientras esperábamos a Sonia, la seleccionadora nacional, que nos llevaría al CRE de la ONCE. No estuvimos más de media hora de espera, cuando recibimos la llamada de que ya nos estaban esperando en la puerta principal de la estación. Durante el trayecto a la residencia bombardeamos a preguntas a Sonia que con una infinita paciencia nos contestaba con su dulzura y templanza habitual. Al llegar al CRE, nos instalamos en nuestra habitación. ¿Compartimos habitación contigo sensei?-Preguntó Jorge, a lo que yo asentí afirmativamente. Pues yo dormiré contigo –dijo emocionado. Pero rápidamente le corregí porque le indiqué que puesto que eran dos y que no podía dividirme lo dejaríamos en que ellos dormirían juntos y yo, enfrente.
Tras dejar las maletas nos bajamos a la piscina de bolas donde todos estaban jugando y … por arte de magia, al momento se vació la piscina y sólo quedaron Sergio y Jorge. (¿A nadie se le ocurre el por qué? No daré pistas, jajajajaja).
Tras un largo rato de juego decidimos cambiar de aires, nos fuimos a comprar a un establecimiento “picoteo” para matar el gusanillo mientras veíamos un partido de Goalball y así hacer tiempo hasta las diez, hora de la cena. Al finalizar el partido, nos fuimos al comedor, pero… Ya no había cena, estaban preparando los desayunos, no había comida. ¿Qué había pasado? Alguien había cambiado el horario y no nos lo habían comunicado. El desánimo se apoderó de los dos pequeños protagonistas. Tenían hambre y estaban cansados y… Sensei, comenzó a hacer llamadas. Nos prometió que todo quedaría solucionado, habría que esperar un poco, pero que confiáramos en él. No se sabe de dónde, bueno sí de una aplicación de su teléfono, nos ofreció un menú de películas de la que elegimos Gru, mi villano favorito, que nos hizo más corta la espera. Llegó la cena, ya era muy tarde y nuestros ojos empezaban a cerrarse así que nos dijimos buenas noches y nos fuimos a la cama a soñar con el gran día de nuestro debut en un Campeonato de España.
Al punto de la mañana, sensei nos despertó nos recordó las normas básicas de higiene, nos enseñó cómo doblar la ropa para que cupiera en la maleta y nos bajamos al desayuno. Sin tiempo para más, nos subimos al autobús en medio de un aguacero, recogimos a los mayores y… al pabellón.
Al llegar al pabellón nuestros papás nos recibieron con un gran abrazo y nos comieron a besos; estaban muy orgullosos de nosotros. Nos metimos en el vestuario a cambiarnos con todos y allí coincidimos con el campeón, que es como llamamos a Sergio Ibáñez. Increíble, estábamos a su lado. Mientras tanto, Sensei, no paraba de darnos indicaciones de cómo vestirnos, abrigarnos, el orden, etc, etc, etc. Llegó el momento del calentamiento y sensei nos indicó que pasáramos al tatami e hiciéramos lo que el resto. Bueno esta parte, no nos quedó muy clara y nosotros hicimos el resto que no sé si era lo que quería decir sensei, pero a nosotros nos pareció lo más divertido. Comenzó la competición y los nervios se nos comían. Sensei, cuándo nos toca. Sensei cuando nos toca. Y el sensei con una paciencia infinita nos decía: ya queda poco. Hasta que de repente sonó por el altavoz… Próximo combate Jorge Crespo…No escuché más, rápidamente cogí y me fui corriendo. Sensei me frenó y me dijo: todavía no. Vete quitando la camiseta, calcetines… Cuando me di cuenta estaba encima del tatami ante un niño que me sacaba la cabeza y me tapaba con su envergadura, pero no me asusté. Sensei estaba en la silla dándome ánimos y yo luché y luché hasta que el final del combate llegó y Hiki Wake, que sensei me dijo que era empate traducido al castellano. De repente se oyó por el altavoz, Julián Crespo al tatami. Ese es mi hermano, pero por qué le llaman Julián si todos le llamamos Sergio… Mi tato salió al tatami y a la voz de Hajime el otro niño se lo llevó por delante. Qué decepción. Sergio salió muy desanimado por su corto debut. Apesadumbrado por su desgraciada experiencia, las dudas le empezaron a abordar: No valgo para esto. No sé si quiero continuar. Qué desastre… Al momento me nombraron a mí contra el rival de mi hermano. Pensé en mi interior: he de “vengar” a mi hermano y con determinación salí a aliviar el orgullo familiar. Sensei me advirtió que tuviera cuidado, que no me quedara quieto, que me pasaría como a Sergio. Que ya lo sé, que ya lo sé- le dije varias veces ante su insistencia… Hajime y…Boom. Ippon. Mi cabeza golpeó bruscamente sobre el tatami, me levanté aturdido, todo me daba vueltas y empecé a llorar. A mí también se me habían llevado por delante. Mi orgullo herido, y el de mi hermano también. Pero aún quedaba lo mejor, el último combate nos tocaba a Sergio y a mí juntos. Jajajajajaj qué divertido. Sensei nos advirtió que estábamos en un campeonato, que esperaba de nosotros lo mejor que hiciéramos judo y del bueno, pero que quería seriedad y así hicimos. Mamá y papá estaban sorprendidos desde la grada y nos aplaudían cada acción, sensei, nos indicaba que quería que hiciéramos. Lo hicimos todo; desplazamientos, técnicas, combinaciones, etc. Al final Sergio, me marcó dos Waza Ari, y me ganó, pero eso es lo de menos porque lo mejor vino después cuando llegó la entrega de trofeos y nos dieron la medalla. Qué brillante es, pensé desde el pódium, mientras Sergio alzaba los brazos como subcampeón de España y yo, como medalla de bronce, posábamos para los fotógrafos. Al acabar sensei nos sacó una foto con el campeón, con Sergio Ibáñez, que vaya pasada, quedó CAMPEÓN, como lo que es. Si le tocas, está muy cachas, pero yo me pondré pronto como él. En autobús nos llevaron a la estación del tren, pero sensei decidió llevarnos a un bar en lugar del “Burri King” que es como él llama a la hamburguesería. Al principio no queríamos, teníamos miedo a perder el tren y que no pudiéramos volver a casa, pero sensei nos dijo que confiáramos en él y Raúl, y tampoco nos dieron otra opción. La verdad es que no estuvo nada mal, unas buenas croquetitas, una excelente tortilla de patatas, unas galletitas de chocolate y… al tren. Ah! Pero antes nos enseñó sensei la estación, que tiene árboles por dentro y un estanque con peces y tortugas. No sé yo, qué pintan exactamente esos bichos en una estación, pero allí estaban. Nos subimos al tren y descubrimos que tiene bar y váter, curioso, curioso. Nos sentamos, el tren empezó a andar y recibimos la visita de Morfeo que nos hipnotizó hasta que de repente… Sergio, Jorge, despertad, que ya estamos en Zaragoza. Era la voz de sensei. ¿Estaba soñando? ¿Dónde estaba? Me asomé por la ventanilla del AVE y efectivamente estábamos en Zaragoza. Papá y mamá, también estaban. Tuvieron que ir muy rápidos en el coche porque si no… Bueno, espero que no les llegue ninguna multa. Nos despedimos de sensei y nos emplazamos al martes al entrenamiento.
EL martes, Sergio y yo, fuimos a entrenar, aunque por culpa del autobús, llegamos con retraso, la verdad es que nos dimos una paliza y al acabar agotados y congestionados por el esfuerzo, recibimos el aplauso de nuestros compañeros por el éxito. Ya no nos miran raro, ya somos uno más en el tatami, ya no tenemos que buscar pareja, ya somos judokas y de Judo Club Zaragoza. Regalamos nuestras medallas a sensei, que orgulloso, las puso inmediatamente en la vitrina del club, mientras aprovechábamos para coger los playmobil judokas de nuestra presidente y no parábamos de enseñar a todos los papás allí presentes nuestras preseas conseguidas en tan importante evento. La vitrina se cerró y nuestras medallas, sueños y deseos quedaron guardados para siempre en la historia del club. Y así fue como una historia que empezó como de la nada, acabó con un final feliz y con un CONTINUARÁ…
ENHORABUENA JORGE Y SERGIO CRESPO, POR VUESTRO ESFUERZO, TRABAJO Y ESPÍRITU DE SUPERACIÓN. NOS SENTIMOS MUY ORGULLOSOS DE VOSOTROS Y ESPERAMOS ESCRIBIR AL AÑO QUE VIENE EL PRÓXIMO CAPÍTULO. ÁNIMO, ESTO NO HA HECHO MÁS QUE EMPEZAR.
VUESTRO SENSEI.